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LA TIERRA PROMETIDA - Artículo de opinión para La Voz de Galicia

21/04/2021 · PRENSA

LA TIERRA PROMETIDA

Meses de sequía. Una tierra yerma y agrietada. Cuerpos cansados arrastrándose bajo un sol que no da tregua, castigando a millones de personas fatigadas. Bocas secas anhelando un trago que sacie su sed y calme su miedo. Cadáveres que van quedando a lo largo del camino. Pies descalzos que se arrastran levantando el polvo del sendero. Cabezas gachas con miradas somnolientas que solo se apartan, con apatía y cobardía, para no mirar de frente a los ojos de cuerpos inertes que se encuentran a su paso. Una tribu nómada en constante travesía hacia un futuro incierto. En el horizonte, una promesa, la tierra prometida. El fin de la pandemia que ha cambiado nuestras vidas. Esperanza para la salud, la economía y las maltrechas relaciones sociales. Una nueva vida. Las vacunas a nuestros mayores, al personal sanitario y a los distintos gremios de carácter esencial son recibidas como gotas de rocío en este inhóspito paisaje. La llegada de millones de vacunas que completarán la inmunidad de la población, son el comienzo de esa lluvia de verano que nos hace levantar la vista al cielo para dejarnos sentir su frescor, dibujando en nuestro rostro una sonrisa de alegría y esperanza. Los fondos europeos que recibiremos para la recuperación económica, parecen el maná que nos dará el sustento necesario para llegar a la ansiada tierra prometida.

 
 
Pero, como dice la profecía, de lo que habremos de alimentarnos es de los frutos que se dan en la tierra de leche y miel. La travesía y el sustento provisional que se nos ofrece son necesarios para que alcancemos nuestro destino, pero el futuro que tengamos dependerá de la fertilidad de esa tierra. ¿Y dónde se encuentra nuestra Canaán? Pues en algún punto entre la modernización de la sociedad, la digitalización, el cuidado del medio ambiente y las reformas necesarias para hacer sostenible la economía del bienestar. Nuestros dirigentes políticos, a nivel europeo principalmente, hacen las veces de Moisés y de Josué apuntando el camino hacia la tierra prometida. En nuestro país, de manera histórica, no hemos sabido coger el pulso a las corrientes provenientes de Europa para crecer como país. No nos puede volver a pasar. No cuando nos encontramos ante un escenario de dramática necesidad. Esta vez no podemos fallar. No es cuestión de absorber los fondos europeos para hacer desmanes y conseguir el enriquecimiento torticero de un puñado de hienas, sino de utilizar esos fondos para establecer un tejido que nos permita tener una tierra fértil y próspera. Nuestra vida en las próximas décadas dependerá, en gran medida, del país que construyamos. Aún estamos recibiendo las primeras gotas de lluvia. En unos meses llegará el maná.

 Pero no nos olvidemos que tendremos que tener listos los proyectos, la formación y la dedicación necesaria para optimizar los recursos recibidos y construir nuestra tierra prometida. Así garantizaremos nuestro sustento y proveeremos a las futuras generaciones con el alimento fruto de nuestro propio trabajo en la tierra que construyamos, como hicieron los que nos precedieron. Esta es nuestra responsabilidad y nuestra obligación. Por nosotros, por nuestros padres y por nuestros hijos. “Beberás la leche y comerás la miel, puesto que la profecía se cumplirá en la vida de aquellos que creen”. “Y el maná cesó el día después que habían comido del producto de la tierra, y los hijos de Israel no tuvieron más maná, sino que comieron del producto de la tierra de Canaán durante aquel año”. (Josué 5:12)

David Gómez Rosa (VIVEIRO ASESORES)

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